En estos días, mis estudiantes están realizando uno de sus trabajos sobre la afectividad en matemáticas y la importancia en el futuro maestro de matemáticas sus propias creencias, actitudes y emociones.
Me encanta corregir esta actividad, porque gran parte de los estudiantes, ya a punto de finalizar la carrera no se han parado a pensar en sus propias inseguridades y gracias a este tipo de reflexiones, son conscientes de que la labor no tiene que empezar mañana con los niños en el aula, sino hoy con el maestro en su interior.
Esto contrasta con lo que sucede con muchos maestros en ejercicio, y esa ausencia de reflexión personal que les enfrente a ese abordamiento emocional de las matemáticas y yendo más lejos a su enseñanza.
Los maestros andan corriendo todo el día, subo y bajo escaleras entre patios, protocolos, comedor, un niño que se cae y tengo que rellenar mil y un papeles, una tutoría, ... y ¿cuándo piensan sobre sus emociones hacia una u otra asignatura? Porque el tiempo que tienen, deben dedicarlo a construir materiales, preparar clases, evaluar, ...
Estos días en paralelo he estado en algunas formaciones en un par de escuelas de Madrid, y una de las reflexiones de una de las profesoras cuando trabájamos la forma de enseñar las tablas de multiplicar me hizo situarme ante esas otras ataduras del maestro, que no son emocionales y/o afectivas sino increíblemente físicas y que todos sabemos que existen.
Yo decía, mientras trabajaba con unos bloques de Lego:
- Podemos hacer los agrupamientos así para conseguir la tabla de 2.
- Una vez construida, el niño debe haberla comprendido no solo desde el objeto, sino desde el propio algoritmo.
- Y ahora la tabla del cuatro.
Una de las profesoras se levantó sobresaltada:
- Pero si después EL LIBRO me dice que es la del tres.
Así esta es la atadura visible, que sigue sometiendo emociones de alumnos y profesores y que duerme la creatividad del docente. Ya no hay que construir materiales porque el libro me los da; ya no hay que secuenciar contenidos porque el libro me los provee; ya no hay que hacer pruebas de evaluación porque puedo imprimirlas con lo que me sale al final del capítulo. Ya no tengo que buscar una formación curiosa y motivadora, porque el libro dice que te lo enseña.
Así que maestro, enfréntate a tus emociones matemáticas, saca a la luz lo positivo y lo negativo, hazte una fotocopia del currículo y prepara una buena evaluación inicial. Cómprate un cuaderno nuevo que te guste y sea manejable. Prepara materiales y actividades sueltas que más tarde puedas hilvanar unas con otras. Y... espera a que vengan tus niños en septiembre.
Podrás conocerles desde esa evaluación que has preparado, con técnicas mixtas. Que después contarás a tu cuaderno, y podrás adaptar la actividad a cada uno, haciendo previamente grupos heterogéneos en los niños, respetando la identidad individual y grupal del niño, haciéndole una persona única y singular. Adaptarás los contenidos marcados por ley, a tus niños de una forma particular. Tendrás tiempo de reflexión. Trabajarás con los niños las emociones ante las matemáticas y ante el aprendizaje en general; serás el constructor de tu propia obra. Y el camino no será sencillo, sobre todo el primer año, pero... serás libre por dentro y por fuera, y sin ataduras.
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